DON JULIO

DON JULIO

DON JULIO

Don Julio Zambrana ahora vive en el Centro de Acogida María Esther Quevedo, una crónica que recupera sus recuerdos.


 

“Las casas antiguas que contenían las huellas de sus recuerdos habían desaparecido y algunas daban paso a nuevas calles sin dejar rastro de lo que él alguna vez había visto”.

   

¿Cómo iniciar una vida cuando el país pasa por una situación económica tan deteriorada? Cuando el gobierno presidido por Enrique Peñaranda se caracterizaba por la represión al pueblo y no mostraba su legitimidad ante los ciudadanos… era evidente que miles de vidas, miles de niños y niñas, nacían no necesariamente con el pan debajo del brazo, como dicen. Es en esta situación que, en una zona de la ciudad de La Paz, un 4 de junio de 1940, nace don Julio Zambrana de la Quintana, quien no presentía en lo más mínimo lo que iba a vivir, lo que iba ver y lo que iba a forjar en esta línea del tiempo y espacio que caprichosamente llamamos vida.

En el seno de una familia joven, Julio crece. Pero a la corta edad de 5 años presencia la ruptura de la unión de sus padres. Era inevitable. Pasado un tiempo su madre inicia una nueva relación y la concreta como su segundo matrimonio. Fruto de este nuevo hogar, nace su única hermana. Es así como se marcarían los recuerdos más significativos de su infancia, acompañados de nuevas experiencias como la primaria en el colegio Don Bosco, donde no estuvo mucho tiempo, porque su padre logra hacer su traspaso al colegio Diaz Villamil el cual estaba cerca de su casa. Ésta tenía un garaje grande que con el tiempo, al igual que otras casas, iba a desaparecer para dar paso a nuevas calles y edificaciones modernas.

En su adolescencia cursa el nivel secundario en el colegio Gualberto Villarroel, que era dirigido por Franciscanos. Ya en el curso de 3° de secundaria toma una decisión importante en su vida: la de abandonar el colegio, sacrificar la educación para insertarse al mundo laboral. Una decisión que lo introduce en la realidad, donde el “laburar” y el esforzarse son importantes para recibir una remuneración económica y así sostenerse materialmente al menos.

Durante el gobierno de Siles en 1959, después de la impactante revolución del 52, que como consecuencia trae grandes cambios como la Reforma Agraria, el Voto Universal, la Nacionalización de las Minas y la Reforma educativa. A pesar de ello y las promesas de un futuro mejor, la situación económica de Bolivia no había mejorado demasiado con el pasar de los años.

   

Julio, con 19 años de edad se enlista en el cuartel del Estado Mayor, donde desarrolla sus habilidades en el manejo de armas, llegando a ser muy halagado por sus superiores por tener una buena puntería. Estar en el cuartel en ese entonces para Julio significa ser adoctrinado, seguir órdenes y si era preciso acabar con la vida de otras personas, si sus superiores así lo instruían.  Al culminar esta etapa de su vida, Julio logra reinsertarse en la sociedad continuando con su vida laboral como mecánico. Por azares del destino conoce a una joven estudiante del Liceo Venezuela. Desde el inicio fue cautivado por ella. Tal vez no lo pensó y solo siguió los impulsos de sus emociones y sentimientos. Nunca se imaginó que ella, la muchacha del guardapolvo blanco de aquel colegio del centro de la ciudad de La Paz, sería su compañera con  la que conformaría su familia.

   

Como dicen, por azares del destino, un muy joven Julio contraería matrimonio con aquella muchacha, en un acto sencillo marcado por un brindis. Así se daba inicio a una nueva etapa en su vida: a la formación de una familia con dos hijas, que en el futuro lograrían desarrollarse como profesionales y que llenarían de orgullo a su padre. Mientras esto sucedía en un lugar recóndito de la ciudad de La Paz, pasaban sucesos deplorables que marcaban la historia del país. Don Julio no los recuerda con claridad, debido a que tenía muchísimas responsabilidades y el trabajo era su mayor dedicación. Como él mismo dice, no tenía tiempo para dedicarse a ver el país pues para él era más importante trabajar ¿Para qué? Para su familia, para poder “sobrevivir” en una situación económica y social difícil para todos.

Con el pasar de los años lo impensado sucede y sus hijas crecen y empiezan a marcar su propio camino tal como él lo hizo en su momento, pero en una realidad distinta a la que él había vivido. La ciudad había cambiado, se había modernizado. Los límites de aquella ciudad que había conocido se expandieron de repente, al igual que su población se había incrementado. Las casas antiguas que contenían las huellas de sus recuerdos, habían desaparecido y algunas daban paso a otras nuevas sin casi dejar rastro de lo que él alguna vez había visto o conocido. Al igual que las flores se marchitan, sus padres, esas calles, su trabajo, todo ahora vive solo en sus recuerdos.

Su esposa, la que alguna vez fue aquella muchacha de guardapolvo blanco, del Liceo Venezuela, su compañera, hoy vive apenas en su memoria, como lo hace su hermanita, con quien compartiría tantos juegos en la infancia.

   

              Don Julio Zambrana. Fotografía Mónica Choque Condori

 

Don Julio, con la mirada perdida, a las 11:00 de la mañana, en el lugar de siempre, siente que la soledad lo acompaña cubriéndolo todo y que la lectura, una actividad que disfruta desde hace mucho tiempo, es el único hábito que lo mantiene en contacto con la realidad. El humor, expresado con carcajadas, resulta un aliciente que le da sentido a su vida, porque ya vivió y trabajó lo suficiente. Ahora le toca descansar a su manera.

Cuando nos despedimos, parece reírse acompañado de todos los fantasmas que lo habitan.

 

Don Julio Zambrana

Fotografía: Mónica Choque Condori

Redacción crónica: Mónica Choque Condori 

Compartir