MI APÉNDICE Y YO

Cronología de Murphy, si es que se escribe así, según lo que entendí son las fases de dolor por los cuales se pasa para llegar a tener una apendicitis que es según el diccionario una inflamación del apéndice cecal (no hay más explicaciones sobre el tema).
Llegue al hospital de gastroenterología boliviano japonés, un día lunes por la mañana para una simple consulta debido a un dolor en el lado derecho del vientre que me venía aguantando desde el día sábado en la noche pues yo creía que era debido al exceso de trago, pero no, así que en ese aspecto aun no me he enemistado con el alcohol, ya en consulta el doctor no tardo mucho en decirme que ese dolor era apendicitis aguda y que debía ser internado y cortado inmediatamente para sacar dicho apéndice antes de que el problema derivase en una peritonitis. Habían pasado un par de horas durante las cuales me enteré del costo de la operación y firme un compromiso que en resumen decía que si me moría durante la operación no era culpa del hospital, dos cosas que me dieron aun más ánimos de hacerme operar.
Luego me encontraba ya con una pijama incómodamente transparente del hospital, recostado en una cama con un dolor del demonio y cinco personas más en el mismo cuarto, cuando llegaron los doctores, residentes e internos a reconfirmar mi enfermedad: 1ro el doctor que me apretaba en el lugar del dolor y preguntaba "¿Ahí duele?", "Ay si, ahí duele" contestaba yo, luego el residente también apretaba y preguntaba "¿Ahí duele?", "Au si, ahí duele", para luego pasar a manos de cómo cinco internos que me estudiaban y repetían el mismo procedimiento uno tras otro apretaban y preguntaban, "¿Ahí duele?" "Aaaau si, ahi duele ya se los dije por favor ya no más". Pobres simios, al fin los entiendo.
Reconfirmada mi enfermedad decidieron adelantar mi operación debido a la gravedad, así que llegó de apuradas una enfermera a prepararme para la cirugía. En ese momento me di cuenta de la enorme desventaja que trae en estos casos el ser tan velludo ya que la enfermera un poco más y llora al ver que la Gillete quedaba obsoleta ante el desafío de rasurarme y se preguntaba porque no abre traído una podadora; y debido a que el trabajo le quedo grande llegó otra enfermera a ayudar puesto que los doctores ya estaban esperando para tajearme en el quirófano. Debido a esto mis intimidades que hasta ese momento habían sido vistas solo por mis padres y alguna que otra mujer a lo largo de mi vida, pasaron a ser expuestas ante por lo menos sus 15 personas, enfermeras, residentes e internos, todos mirando porqué se tardaban tanto en alistarme, esa experiencia hizo que perdiera aun más las inhibiciones que tengo con respecto a mi cuerpo. A este drama se suma el hecho de que una joven interna me agarro lo más preciado de mi cuerpo e introdujo una sonda por un lugar que prefiero no mencionar debido a que podría hacer mella en la sensibilidad y autoestima de algún hombre, solo diré que con esa sonda evitaban que tuviera que ir al baño a hacer pipi.
Así me llevaron al quirófano, pero antes de salir del cuarto, uno de los otros pacientes me hablo diciendo que no me preocupara y que tuviera confianza en Dios. Este cuate ya me había hablado en cuanto llegué al cuarto, se había presentado y también presentó al resto de los pacientes, se llamaba o se llama aun Marcos, con el que se me ocurrió la idea del concepto de Marco, que podría venir siendo el tipo de persona jovial, amable y agradable que siempre trata de darte ánimo sin importar lo mal que él este.
Bueno al fin entre al quirófano, apenas si vi la cara de una de las enfermeras, oí algunas voces y música en el ambiente. Me pusieron algunos electrodos para controlar mi corazón y finalmente me durmieron con anestesia. Desperté o por lo menos reaccioné racionalmente varias horas después sintiéndome como el orto, pues tenía suero inyectado en el brazo, una mascarilla de oxígeno para respirar mejor, que me hacía sentir como Dark Vader, un tajo bastante caro en el lado derecho del vientre y una incómoda sonda donde ya les dije. Pase toda la noche en terapia, tuve alrededor de 10 sueños distintos debido a que a cada hora venia una enfermera a tomarme la presión y medir mi temperatura.
Me devolvieron a medio día al cuarto y estuve ahí hasta el fin de semana compartiendo mi vida con Don Roberto, que tenía un grave problema estomacal, Don Augusto que le había dado pancreatitis por comer chancho y tomar leche el mismo día; Wilson al cual operaron de la vesícula; Don Alberto el cual se había hecho pelotas el intestino por tomar durante una semana seguida y Marcos que ya llevaba más de 30 días en ese hospital y venia ya de otros hospitales en los cuales había pasado como un mes, se había internado por una apendicitis, igual que yo, pero derivó en peritonitis y se había complicado la operación debido a una perforación en su intestino, lo que lo llevó a estar tanto tiempo en hospitales. Esto me hizo pensar que yo había tenido bastante suerte al no estallarme el apéndice durante el día y medio en que me aguante el dolor. Luego me di cuenta que si tuve suerte, pero no tanta, porque el apéndice si me había estallado durante la operación y algo alcanzó a quedar adentro, lo que me provocó una semana después de la operación una horrible, pútrida y hedionda infección en el pedazo tajeado de mi cuerpo, lo que impide que me cicatrice o por lo menos cierre la herida y me sigue impidiendo volver a mi vida normal.
Al verme en esta situación comencé a pensar en la suerte de otros, como el tipo de Magneto que se voló los dedos con las hélices de un helicóptero, para ver si me sentía mejor, pero no funcionó, la verdad es que no hay que me pueda hacer sentir mejor ya que cada vez que pienso positivo o me siento bien vuelve la infección con su tan desaromático olor y tengo que volver al hospital a curarme y esto es casi a diario. Aunque debo admitir que el monólogo de Adal Ramones sobre los hospitales me hizo reír bastante y a ya dos semanas de mi operación al fin me puedo reír, ya que he tenido que aguantarme debido al dolor, movimientos musculares bruscos y cosas como caminar, reír, estornudar y otras que prefiero dejarles a la imaginación. Sin más, decirles que al principio pensaba escribir sobre el hospital, pero llegue a la conclusión de que prefería no decir cosas ni buenas ni malas de este que su pudieran exagerar.
Así que con todo no pretendo que este sea un pasaje que lleve a la reflexión de ninguna clase, ni un melodrama, ni una comedia simplemente un hecho o si prefieren pueden tomarlo como un "fenómeno social", puesto que como decía Marcos "el hospital es la casa del jabonero: el que no cae resbala".